Las 5 verdades

Las 5 verdades


La verdad no es un dogma, la verdad no lo es por los cientos o miles de años que lleve diciéndose o creyéndose, la verdad es verdad porque se ha puesto bajo el filtro de la coherencia, de la lógica y de la evidencia.

Sin embargo, hay una lógica intuitiva, y hay una lógica razonativa. La lógica razonativa está orientada a las cosas que pueden percibir nuestros sentidos, que podemos someter a ensayo y prueba en laboratorio o mediante la experimentación y la observación. La lógica intuitiva se percibe de forma diferente, si se quiere, con el corazón, con la intuición; sin embargo, NO se contradice con la lógica razonativa. Por tanto, si mediante la razón llegamos a la conclusión que algún postulado de la lógica intuitiva es «ilógico», «imposible», entonces realmente es ilógico e imposible.

Para mí, estas cinco verdades son una realidad, sin embargo, no lo son para ti, por tanto, e irrevocablemente, ESTAS CINCO VERDADES SON MENTIRA HASTA TANTO NO LAS VIVENCIES POR TI MISMO, POR TI MISMA; HASTA QUE VIBREN EN TI Y TE RESULTEN TOTALMENTE LÓGICAS Y COHERENTES CON LA REALIDAD..

No quiero dogmas, no quiero creencias, no quiero divagaciones irracionales, por tanto, y aunque es bien paradójico: estas verdades son mentira, son mentira hasta que se conviertan en una realidad viva en ti.

Por la misma naturaleza de las cinco verdades, es evidente que no se pueden someter a prueba y ensayo en laboratorio, no se trata de verdades acerca de cosas o fenómenos perceptibles por nuestros sentidos físicos, pero ello no quita que son perceptibles por un cierto tipo de lógica, por una lógica intuitiva que, de acuerdo a los argumentos, no se contradicen con la lógica razonativa. Es decir, mediante la lógica razonativa no se puede llegar a la conclusión de que sean falsas, que se traten de algo irrazonable e imposible. Si podemos partir de ahí, entonces no faltará mucho para ir más allá y reconocerlas como una realidad viva que nos servirá de preámbulo no sólo para vivr la vida de una forma serena y ecuánime, sino en nuestro propio proceso comprensivo.

Estas son las 5 verdades

1. El universo surge de la nada
2. Los espíritus no son eternos
3. La vida no tiene ningún propósito (simplemente fluye)
4. Todo es bueno porque todo es aprendizaje
5. Todo es temporal

1. El universo surge de la nada

Realmente no sólo el universo, sino que todo surge de la nada, todos los niveles de realidad. La materia que compone el universo es energía, un pensamiento es energía, la conciencia misma es energía. En síntesis, todo es energía en diversos niveles de condensación, en diversos niveles de sutilidad, yendo de lo denso a lo etéreo, tan etéreo y sútil que apenas si es perceptible.

Pero eso mismo, apenas perceptible, llega a un nivel de tanta sutilidad, que finalmente desaparece, se disuelve, y vuelve al gran origen, a la Nada.

La luz sólo es comprensible bajo su antítesis, la oscuridad. El día sólo es comprensible bajo su antítesis, la noche. Y del mismo modo, el Todo sólo es comprensible bajo su antítesis, la Nada.

Pero ¿cómo pudo surgir el Todo de la Nada? Un pequeño movimiento de la Nada en la Nada, tan absolutamente imperceptible y a la vez tan vehemente que generó la mayor vibración posible en la totalidad de esa Nada. Ese «vacío en movimiento» devino en energía. La energía puede adquirir conciencia, y la conciencia es expandible.

Todos somos lo mismos. El Todo tiende a disolverse y la Nada tiende a manifestarse.

2. Los espíritus no son eternos

Todo es efímero, todo surge en algún momento y, del mismo modo, todo desaparece en algún momento. Esto significa que todo es transitorio, fugaz, no pemanente. Sólo que hay algunas cosas que tienen mayor durabilidad que otras. Los niveles de durabilidad se corresponden en mayor o menor grado con los niveles de sutilidad o condensación de la energía.

En el caso de los espíritus (conciencia) podemos saber que no son eternos porque, de ser así, ahora mismo nosotros seríamos perfectos o cuasi-perfectos, con una conciencia universal absoluta, por cuanto habrían tenido toda la eternidad en el pasado para obtenerla, para obtener la conciencia de sí. Sin embargo, eso no ocurre, por lo que se infiere surgieron en algún momento y, por consiguiente, en algún momento cesarán como conciencia y como manifestación cósmica.

Pero también, como vimos antes, al comienzo está el vacío, la Nada, luego surge un movimiento de la Nada en la Nada que genera vibración, esa vibración deviene en energía y la energía en conciencia susceptible de expandirse. Esto en sí mismo es la declaración de cómo se formó la conciencia, de cómo se formaron los «espíritus», que no son otra cosa que vibración, que energía que adquiere conciencia. Pero así mismo, cuando la vibración cese, cuando el movimiento cese, entonces sólo quedará el vacío, la inmovilidad, y el Todo volverá a su origen, a su real cuna; por lo que se infiere que inclusive los espíritus dejarán de ser y, por consiguiente, que no son eternos, toda vez que son vibración que eventualmente cesará.

Todo, absolutamente todo, es sólo una vibración que pasa. Ahora mismo vibras… y cuando la vibración pase, el movimiento habrá cesado y todas las formas, todos los átomos, todos los niveles de realidad habrán vuelto a su origen, a su Nada, o a su Nada-Todo, a su reposo absoluto, en espera de un momento en que una nueva vibración de la Nada en la Nada las haga danzar. ¡Es tan hermoso cuando vibras! ¡Y también cuando no vibras, cuando sólo reposas!

3. La vida no tiene ningún propósito (simplemente fluye)

A simple vista tal posición puede ser percibida como una afirmación negativa. Sin embargo, no lo es. Realmente no es una afirmación ni negativa ni positiva. El cauce de un río no tiene ningún propósito en sí mismo, simplemente fluye. La vida en sí misma no tiene ningún propósito, simplemente fluye.

Las cosas y los fenómenos por sí mismos no tienen propósito, sólo son, y en ese «ser» fluyen. Una piedra sólo es, y en ese «ser» fluye, sin propósitos. Somos nosotros los que, mediante la conciencia, les conferimos un propósito.

Inclusive nosotros, las conciencias mismas, no tenemos ningún propósito. Sólo somos, y en ese «ser» fluimos, y fluimos inevitablemente hacia nuestro origen, hacia la cesación, hacia la inmovilidad, hacia el reposo. Por supuesto, a mayor comprensión, más fácilmente se fluye hacia ese origen, y quizás sea por por esto que en muchas corrientes espirituales se considere a la «iluminación», a la «auto-realización», a la «liberación», etc., como una meta, como un propósito de vida, pero realmente no hay tal, con ello, con la comprensión sólo fluirás más rápido, pero no significa  que ello sea el propósito de nuestra vida. Todo fluye, todas las personas fluyen, todo marcha hacia donde debe marchar, hacia su origen, algunos con mayor rapidez, otros con menor rapidez.

Alguien diría, bueno, «el objetivo es volver al origen», pero sucede que se vuelve al origen tanto si uno se lo propone como si no se lo propone. Es como si alguien dijera, el objetivo de la vida es aprender, pero sucede que se aprende tanto si uno se lo propone como si no, el aprendizaje es inherente a la vida. El propósito del amanecer no es el anochecer, ni el propósito del anochecer es el amanecer, es algo que simplemente sucede, es inherente a la dinámica celeste. Del mismo modo, volver al origen es inherente al fenómeno de la Nada-Todo, al fenómeno del movimiento y la inmovilidad.

Pero ello no significa que la vida tenga algún propósito, y si la vida tuviera algún propósito, este consistiría en ser feliz (y no puedes ser feliz mientras te hieras, mientras hieras a algo o a alguien, y no puedes hacer ello sin comprensión). Pero ser felices no es el propósito de la existencia en sí misma, sino que es algo que podemos hacer por nosotros mismos en este fluir. Para saber que la vida no tiene ningún propósito podemos recurrir a la antítesis. ¿Cuál es el objetivo de la muerte? Ninguno, la muerte simplemente sucede. Efectos secundarios es otra cosa. El cause de un río puede ser furioso, y entonces deja desastres a su paso.

La vida en sí misma no tiene ningún propósito, sin embargo, el ser humano, le pone propósitos: el hogar, la familia, el nombre, las metas, los propósitos, el estudio, etc., etc. Si la vida tuviera algún propósito, este consistiría en ser feliz, sólo ocúpate de ello, pero recuerda que no puedes ser feliz mientras te hieras, mientras hieras a algo o a alguien, y no puedes hacer ello sin comprensión. Y no puedes ser feliz sin amar. En un punto amor y felicidad se entremezclan haciéndose uno, indivisibles e indiferenciables.

4. Todo es bueno porque todo es aprendizaje

La vida no tiene ningún propósito y solamente fluye, y en ese fluir se aprende inevitablemente. Por el sólo hecho de vivir se aprende, y se aprende tanto de las cosas que llamamos buenas como de las que llamamos malas. Inclusive, si sabemos aprovechar las circunstancias, normalmente aprenderemos más de las situaciones que denominamos malas que de las que denominamos buenas.

Y el aprendizaje nunca es gratuito, nunca nos cae del cielo, nunca se nos inyecta por ósmosis, requiere de vivencias, de estudio, de práctica, de meditación, de comprensión, y sí, lamentablemente, también de dolor transitorio.

Por supuesto, esto no es una apología al sufrimiento, NO, todo lo contrario, estamos aquí para amar y ser felices, estamos aquí para que las situaciones negativas de la vida no se presenten más en nuestra vida. Sin embargo, si se presentan y nos hieren, indica que aún hay algo que aprender de allí, y eventualmente esas situaciones difíciles de la vida, esas grandes crisis emocionales llegarán a nosotros, sin necesidad de buscarlas, inclusive luchando por evitarlas. Pero cuando ya hallamos pasado por ese proceso, entonces la tensión cesará, encontraremos la paz y la dicha, y podremos verlas en retrospectiva como una anéctoda, como lo que son: aprendizaje.

Pero acaso ¿la maldad, el  sufrimiento, el hambre, la miseria, las enfermedades, la muerte, etc., que generan los gobernantes del mundo, son un proceso de aprendizaje? Sí. Y aunque es verdad que ellos lo pagarán, también es verdad la vida tiene sus formas de generar aprendizaje. El bien y el mal son inherentes entre sí mismos y cumplen una función y guardan el equilibrio, como el día y la noche. Sin embargo, no se debe seguir ni el camino del «bien» ni del «mal» pues, por una parte, no hay bien absoluto ni mal absoluto y, por otra parte, los extremos bueno y malo no son el equilibrio. Pero no nos confundamos, una cosa es la maldad y otra la demencia.

Por lo general no hay una regla que indique en forma invariable qué es bueno y qué es malo, porque tanto lo uno como lo otro depende del momento, de circunstancias que evalúa la conciencia. Y la conciencia no tiene lineamientos, la conciencia sólo obra lo que debe obrar sin importar como la perciba una persona u otra. Es como el sol que brinda su luz sin importar si alumbra al que va a hacer una acción «buena», o al que va a realizar una acción «mala». Es como un árbol que da sus frutos sin importar si de ellos se alimenta el bueno o el malvado. Por supuesto, la conciencia es menos mecánica y evalúa cada caso.

De este modo nuestra percepción del bien como del mal podría no ajustarse necesariamente a lo correcto. Lo correcto es el aprendizaje, la expansión de la conciencia, y ello se logra a partir de ambos. Lo «bueno» y lo «malo» realmente es una dinámica para nuestro despertar, para ir más allá de lo bueno y de lo malo, para convertirnos en seres más allá del bien y del mal.

A veces se aprende a través del dolor, pero quedarse en el dolor es locura. Poner las manos en el fuego un instante y quemarse y aprender de ello es bueno, es una experiencia necesaria; pero dejar las manos en el fuego hasta que se consuman es locura.

Los grandes dramas emocionales, aún en su dureza, son bellos porque son de donde más podemos extraer aprendizaje. Aprendemos a no caer, aprendemos a ver la realidad, aprendemos a conocer a las personas, y todo ello -en su dureza- constituyen el gran tesoro de nuestra vida. A fin de cuentas, lo que nos llevamos de la vida es eso, el aprendizaje que hayamos extraído de ella… y también lo que hayamos dejado. Si dejamos amor, es porque es lo que hay dentro de nosotros, y es lo que nos llevamos.

5. Todo es temporal; todo regresa hacia su origen

Esta afirmación podría ser percibida como algo negativo, pero no lo es, y simplemente constituye un proceso natural que se obra en el ser humano de vez en vez. Por ejemplo: Alguien puede tener la esperanza de que su hijo no muera, de que su novio(a) regrese, de que pase la asignatura, pero el hijo muere, el(la) novio(a) no regresa, y se pierde la asignatura. Esto es el fin de la esperanza. Y cuando esa esperanza se disuelve, salimos de esa especie de «letargo», de «no realidad», y sólo queda lo que es, la realidad en su más simple y absoluta belleza, en su desnudez más plena.

Esta deseperanza debe ser entendida como «no espera». No esperar nada. La comprensión resultante de la desesperanza, en su sencillez, no puede ser comprada ni forzada, simplemente sucede en algún momento. Al comienzo hay que buscarla (la comprensión más serena y noble) y hasta dar la vida por encontrarla, pero cuando se está próximo a ella es preciso dejar de buscarla para hallarla (en un acto genuino de rendimiento y desesperanza absoluta), de lo contrario, no podría ser encontrada.

Una persona no podría expermientarla a menos que renuncie a sus apegos más profundos, a su esperanza última, a menos que haya hecho todo lo humano y sobrehumano por hallarla y, al no hallarla, entonces uno se rinde en forma absoluta hasta en los niveles subconscientes de la mente. Entonces tu trabajo está hecho y ella acude. Ya te has desplomado y «muerto» y ella entra en ti para salvarte. No puede ser de otra forma.

Cuando alguien llega a tal vivencia ya no puede agarrarse con las uñas a nada, a su último bastión, y simplemente se ve cayendo, cayendo infinitamente a un vacío sin fondo e inenarrable. Y, como dicha vivencia sucede en forma tan absoluta, llega un punto que no sólo cae al vacío, sino que se convierte en ese vacío.

Sólo lo que está vació puede ser llenado. Y sólo lo que está vació contínuamente puede ser llenado continuamente. Y en ello se manifiesta el fluir, la vida no se estanca, la vida no se apoza.

Luego de dicha vivencia  el universo acude a llenarte en forma continua, en forma ilimitada. Entonces comienzas a vivir a partir de ese vacío-plenitud.

Pero no es necesario atravesar por una situación absolutamente dramática para verla en acción, pues en nuestra vida cotidiana encontramos múltiples casos de esperanzas y esperas frustradas que nos proveen de un shock emocional que, si sabemos aprovecharlo, luego nos confiere comprensión, paz, tranquilidad, serenidad. Es como una pequeña muerte a partir de la cual nacemos y nos renovamos y nos llenamos de fuerza para continuar.

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