Los 5 consejos

Los 5 consejos


Dar un consejo es terriblemente difícil porque uno no sabe si el consejo que da va a derivar en provecho o pérdida. Por ejemplo, uno puede aconsejarle a alguien que viaje a algún lugar donde presumiblemente va a tener una vida de más calidad o con mejores oportunidades, etc., pero en ese viaje podría sufrir un accidente y morir o resultar diametralmente opuesto a lo esperado, etc. Uno podría aconsejarle a alguien estudiar determinada carrera y frustrar la vida de la otra persona. Lo mejor en este tipo de casos es mostrar las diferentes implicaciones y permitir que la otra persona tome su propia decisión con la mayor conciencia posible, sin violentar la conciencia ni la libertad de nadie.

Claro, también la enorme dificultad en este tipo de consejos es que van dirijidos a realizar «acciones físicas», externas… viajar, estudiar, etc. Pero hay un tipo de consejos donde el margen de error se reduce posiblemente en su totalidad y es aquel tipo de consejos que sugiere llevar a cabo una «acción psicológica», interna; por ejemplo, sé feliz. Y ser feliz, amar,  vivir en paz, dichosos, en tranquilidad es lo más grande que podemos hacer por nosotros mismos, de modo que posiblemente sea el mejor consejo que jamás se haya dado. Sé feliz. Sin embargo, las personas no saben cómo ser felices, uno no sabe que uno no puede ser feliz si es infeliz y ¿qué es lo que me hace infeliz? ¿Qué es lo que me causa sufrimiento? Entonces, debo volver sobre las causas que me originan infelicidad, sufrimiento, tensión, angustia, etc., y eliminarlas. Y si logro eliminarlas, si logro eliminar la causa del sufrimiento, entonces ya no sufriré, y si ya no sufro, entonces vivo en paz, en tranquilidad, con las puertas abiertas a la dicha.

Y es justo alli a donde apuntan los cinco consejos, a los que también he llamado los cinco consejos para la vida, o los cinco consejos para no sufrir, y que en suma y en su simpleza, constituyen la máxima expresión comprensiva de mi pensamiento. Por supuesto, los cinco consejos son una gran labor comprensiva, son el grueso, pero debe estar acompañada de la técnica específica para eliminar mi configuración psicológica errada tal como se expone en el tercer mandamiento, modifica tu conducta. Ir a los cinco mandamientos). Aplicando esa «muerte psicológica», combinándola con la comprensión que aportan los cinco consejos, indudablemente podremos hacer un gran trabajo sobre nosotros mismos, una gran labor de amor sobre nosotros mismos que, en últimas, nos permitirá sufrir menos y, por consiguiente, vivir más tranquilos, serenos, con las puertas abiertas a la dicha.

Los cinco consejos son:

1. No esperes nada
2. No culpes a nadie
3. Sé conciente de que nada es tuyo
4. No te ancles al pasado
5. Perdona

1. No esperes nada

La mayoría de todo el dolor psicológico se basa en el mecanismo de la espera. Uno espera de uno mismo, de la familia, de los demás, del sistema, de Dios, de la vida misma, etc. Sin embargo, cuando lo que uno espera no llega o no sucede, entonces se genera dolor y frustración. Cuando uno no espera nada en absoluto, entonces es imposible sufrir psicológicamente. Además hay dos poderosas razones para no esperar nada, de nada ni de nadie. La primera de ellas es que la vida es libre en su movimiento, y la segunda es que todos somos seres humanos (y los seres humanos somos imperfectos).

Piénsalo, la vida es libre, el viento sopla donde quiere, los pájaros vuelan allá y acullá, las nubes se forman y se desvanecen, las olas van y vienen, etc. En la vida estamos y cualquier cosa es posible (dentro de lo posible), y cualquier cosa es posible porque es la vida ejerciendo su libertad. Pero si así son las cosas, entonces me frustraré si espero un resultado en específico de la vida. Lo mejor que puedo hacer es dar lo mejor de mí, y al hacerlo, el logro ya se ha alcanzado, independientemente de lo que suceda.

Eso por un lado, por otro lado tenemos el hecho de que nosotros somos seres humanos, y los seres humanos no somos perfectos y, por tanto, caemos, erramos, dudamos, etc. Pero si tal es la situación entonces ¿por qué le pides infalibilidad a los demás? ¿Por qué pretendes que no fallen? Claro tú puedes fallar, pero los demás no.

Uno sufre porque uno espera demasiado de los demás, por ejemplo, que no nos fallen, que nuestra pareja no nos sea infiel; pero esa pareja es un ser humano y puede enamorarse de otra persona, y ello no es una aberración, ¿acaso no sucede ello todos los días? Uno más bien debe ser consciente de que en la vida puede pasar de todo, y así es. Si uno logra serenamente comprender ello, entonces se ahorraría mucho sufrimiento, porque ya no se niega a ver la realidad tal cual es, sino que se convierte en la persona más realista del mundo. Este es el primero y el más importante de los cinco consejos y el que, a su manera, los contiene a todos.

2. No culpes a nadie

Uno por lo general suele ser muy diestro buscando culpables afuera. Entonces la culpa es de mi mamá, de mi papá, de mi pareja, de mis amigos, de mis vecinos, del gobierno, del sistema social, político, económico, etc. Sin embargo, cuando uno anda buscando culpables afuera se frustra a nivel emocional, afectivo y psicológico, y nos impide ver nuestra propia responsabilidad y crecer como personas.

Los demás difícilmente van a cambiar, así que si siempre voy a ver en los demás al culpable me estancaré, no podré avanzar porque no puedo cambiarlos, no puedo obligarlos a que no me hieran. Pero si veo la culpa en mí (porque la hay), entonces corrijo lo que está mal, lo que me origina dolor, y dejo de sufrir.

Yo tengo la culpa por acción, por omisión, por negligencia, por falta de precaución, previsión o pericia, por falta de astucia, y por falta de comprensión. Si elimino mi margen de culpabilidad, las posibilidades que alguien logre herirme son muy bajas y, en el caso de que sucediera, comprendo que ello hace parte de la libertad de la vida. Por ejemplo, si soy un padre responsable, ya no culparé a mi pareja por hacerme una demanda por alimentos; si llego puntual a mi trabajo mi jefe ya no será culpable por despedirme del trabajo; si comprendo la dinámica de la vida, ya no culparé a la vida de las diferentes cosas que me pasan, etc. De esta forma, no sólo me ahorraré broncas con otras personas (que no les hará gracia que las culpe de lo que me sucede), sino que creceré como persona, me exigiré a otro nivel, a una cumbre más alta y quedarán abiertas las puertas para que entre la felicidad, la tranquilidad y la plenitud en mi vida.

3. Sé conciente de que nada es tuyo

Uno suele pensar en términos de mi casa, mi carro, mi hogar, mis hijos, mi dinero, mi celular, mis muebles, mis cosas, etc. Sin embargo, no caigo en la cuenta de que todo es efímero, de que todo es impermanente, de que todo se degrada en el tiempo y que, por tanto, no es mío en un sentido absoluto. Realmente si todo es efímero, entonces nada es mío y sólo es algo que administro temporalmente para mi beneficio y el beneficio colectivo.

Imagina que abres la mano y que, de vez en vez, de ella surge una hermosa flor. Imagina que esa flor sólo dura un segundo, que tan pronto como aparece, desaparece. ¿Podrías decir: esta flor es mía? Esperas otro instante y vuelve a aparecer otra flor pero, igual que la anterior, sólo dura un segundo. ¿Podrías decir: esta flor también es mía? Seguro que, antes de que lo digas, ya habrá desaparecido. Y la flor ¿podría decir: esta mano en la que he nacido, esta mano en la que habito, es mía? Seguro que, antes de que lo termine de decir, ya habrá desaparecido.

Esa misma fugacidad es atributo inherente a todo. Todo cambia, todo muta, todo aparece, dura por un instante, y luego desaparece, se transforma. En ese orden de ideas, el sentido de propiedad que tenemos es errado pues no somos poseedores de nada, no podemos poseer nada, y todo son cosas, sueños, circunstancias, personas, etc., que la vida nos presta por un instante.

No soy propietario de mí mismo, no soy propietario de las cosas, no soy propietario de las situaciones, no soy propietario de las personas. La casa que pienso que es mía, mañana viene un temblor y la derrumba; el carro que pienso que es mío mañana un ladrón lo roba; la pareja que pienso que es mía, mañana se enamora de otra persona y se marcha. Y no es sólo especulación, cosas así suceden todos los días.

Entonces si todo es efímero, nada es mío y es inútil sentirme poseedor o aferrarme. Si soy consciente de ello, entonces el apego y la adherencia cesan y simplemente comienzo a disfrutar de cada cosa o situación mientras está a mi lado, en mi vida.

4. No te ancles al pasado

Aferrarse al pasado y no dejarlo fluir lastima, hiere. Y ese aferramiento surge cuando suceden tanto situaciones agradables como desagradables. Ante las agradables surge el apego y la adherencia. Y ante las desagradables surge el rechazo, inclusive el odio y la ira. Anclarse al pasado es amarrarse una piedra a la cintura, misma que no me dejará avanzar.

5. Perdona

Cuando todo lo demás ha fallado, entonces sólo queda un camino: perdonar. Pero perdonar no para beneficiar al otro, sino perdonar para beneficiarme a mí mismo, porque merezco paz, tranquilidad. Perdonar por la simple razón que nunca hay nada que perdonar, que todo lo que sucede, tanto bueno como malo, hace parte de la dinámica de la vida. Las situaciones agradables me han hecho feliz, y las desagradables me han aportado conocimiento. Visto de este modo, no hay pérdida, sólo ganancia.

Ver también
LOS CINCO MANDAMIENTOS
LAS CINCO VERDADES