Los acontecimientos externos, por lo general, originan un estado interior determinado. Por ejemplo: si alguien me hace una mala mirada, internamente siento algo, quizás enojo. Y a la postre, eso que siento ME HIERE invariablemente.
QUE NADA NOS HIERA, QUE NADA NOS LASTIME INTERIORMENTE es uno de los grandes retos de todo practicante de esta enseñanza. Conservar la calma, permanecer serenos.
Con la soledad pasa algo similar. Sin embargo, debemos distinguir entre el evento de ESTAR SOLO y el estado de SENTIRSE SOLO. Este último, sin duda, nos lastima.
¿Es posible estar solo y no sentirse solo? O mejor ¿es posible estar sólo y no sentirse herido? La respuesta es: SÍ ES POSIBLE, del mismo modo que es posible que alguien nos haga una mala mirada y, no por ello, nos sintamos heridos, lastimados.
Lo paradójico es que uno siempre está completamente sólo y, a la vez, nunca está solo.
A nivel externo uno siempre está solo, rodeado, pero sólo y, de vez en vez, llega una persona para acompañarnos por un tiempo –que puede ser extenso o corto–. O tenemos familia o amigos que nos rodean, que nos acompañan PERO QUE NO PUEDEN OCUPAR ESA PLENITUD QUE SÓLO NOSOTROS PODEMOS OCUPAR DENTRO DE NOSOTROS MISMOS.
En este sentido, es posible hallar muchas personas, inclusive grandes artistas que están absolutamente rodeados de personas, que tienen miles de seguidores, que asisten a eventos, que tienen una vida social activa y que, sin embargo, toman antidepresivos y, en el peor de los casos, pasan por episodios tan marcados de melancolía, que llegan al suicidio.
Ellos, sin duda, han descubierto ese hecho elemental de que todos estamos solos, rodeados, pero solos. Ellos, sin duda, han descubierto ese vacío que no pueden llenar las otras personas, sino uno mismo. Sin embargo, lamentablemente, no han descubierto la didáctica apropiada para superar tales estados.
Esto no un hecho aislado de otros. Por ejemplo: uno a veces va a fiestas y ríe, y se interrelaciona, etc. Sin embargo, esto lo hacemos en forma subconsciente para evadir el hecho fundamental de que no somos felices, o, cuando menos, auténticamente felices. Entonces tratamos de suplir ese vacío con una máscara. Hay ausencia de felicidad y tratamos de suplir ese vacío con alegrías de fiestas, de reuniones con amigos, de idas a algún tipo de evento que nos distraiga de sí mismos y que nos haga olvidar nuestra verdadera situación interior.
Y similar sucede con la soledad, tratamos de rodearnos de personas y con eso pasa inadvertido el hecho fundamental. Pero si esas personas se marchan, notamos que estamos solos. Y duele.
Aquí es donde debemos empezar nuestro trabajo psicológico. ¿Qué origina esa emoción? ¿Qué se siente? Vació, ausencia, melancolía, dolor. ¿Qué me proporcionan las personas que me acompañan? ¿He creado una dependencia? ¿Un apego? ¿Por qué me duele esa soledad? Quizás me duele la soledad porque ya no está la persona con la que iba a tomar ¿hay un yo borracho reclamando? O con la que salía a pasear, o con la que reía, o la que me abrazaba. Cada detalle de estos que vamos observando debe ser eliminado mediante la súplica a nuestra divina madre interior.
La dependencia, el apego y la melancolía son grandes aliados del “yo que se siente solo, abandonado”.
Esto no significa que debamos estar solos, ni se trata de hacer una apología a la soledad. Se trata de no ser víctimas de los acontecimientos, de no ser heridos ni lastimados por los eventos.
Ya hemos visto que siempre estamos solos porque dentro de nosotros mismos hay un vacío que las otras personas no pueden llenar. Tan es así que, eventualmente, uno puede estar rodeado y sentirse triste, sólo, abandonado. Puede ir a un parque o a una plaza atestada de gente y ese vacío continuar.
Pero ¿cómo podemos nosotros mismos llenar ese vacío? La respuesta es: muriendo psicológicamente. Cuando me siento herido por estar solo y elimino eso que siento, de ese “cadáver psicológico” emana el sentimiento de la plenitud.
Esto es más fácil de entender con un ejemplo. Supongamos que estamos enfadados. Pero si pudiéramos eliminar esa ira ¿cómo quedaríamos? En estado de tranquilidad. Si una persona tiene ira y, si por arte de magia, pudiéramos quitarle esa ira, esa persona quedaría sin ira, es decir, quedaría serena.
A cada defecto se le opone una virtud. Si eliminamos la ira queda la serenidad, la dulzura. Si eliminamos el sentimiento de soledad, queda el sentimiento de plenitud.
Y cuando eliminamos todos los defectos, entonces se libera todo nuestro ser, lo que realmente somos, nuestra conciencia, nuestro ser divinal. Entonces hemos dado un gran paso para la fusión con él y, lo que es más, para la fusión con el Todo. Entonces puede surgir la comprensión de que es imposible estar solos porque somos parte del todo.
Por otra parte, hemos de saber que nos estamos solos, que tenemos las partículas de nuestro Ser interior, que dentro de nosotros siempre vamos a estar acompañados de nuestros Padres, que dentro de nosotros vive nuestra alma gemela que está esperando nuestro retorno, etc.
Por supuesto, uno puede saber esto intelectivamente y, con todo, sentirse sólo. Por eso, es importante, por sobre todo, la muerte psicológica.
Más allá de esto, la soledad física a veces es buena. No podríamos hacer una meditación en medio de una reunión de familia, etc. También a veces es necesario aislarse un poco para llegar a determinadas comprensiones. Tanto la interacción humana como la soledad nos permiten observar ciertos tipos de agregados psicológicos, de modo que ambas son provechosas si van de la mano, en equilibrio.
Por: J. Lallemant