Con frecuencia hemos escuchado la expresión QUE CRISTO NAZCA EN TU CORAZÓN. Y esto es una gran verdad. La Navidad es la del corazón. Nada lograríamos con armar mil veces el pesebre en un rincón de nuestra casa (símbolo de lo que debe suceder en nuestro interior), si no celebramos la Navidad en nuestro corazón; si no cambiamos nuestra forma de ser, de pensar, de actuar
Pero esa Navidad no es un acontecimiento súbito, sino que lleva bastante tiempo para que se produzca el milagro del advenimiento del Cristo. En la Biblia, por ejemplo, el advenimiento del Cristo no sucede de un día para otro, sino que es preparado desde los mismos días de Enoch y Abraham.
El primer paso para que suceda la Navidad en nosotros es quererla, anhelarla; convencernos que estamos en estados de esclavitud, de cautiverio de nuestras propias concupiscencias, de nuestros propios errores y pecados. Entonces, cuando comprendemos que no somos libres, verdaderamente libres, que estamos sometidos bajo nuestros propios errores anhelamos con todo nuestro corazón, y clamamos:
OH CRHESTOS VEN, VEN, VEN.
OH CRHESTOS VEN, VEN, VEN.
OH CRHESTOS VEN, VEN, VEN.
Ese es el primer anhelo. El anhelo de libertad, el anhelo que advenga a nuestra naturaleza bio-psicológica un salvador, un liberador que realice en nosotros el verdadero Hombre, que nos eleve al reino angélico.
El segundo paso es salir de la esclavitud. Moisés, liberando a su pueblo del cautiverio de Egipto es un símbolo de ello. Moisés, pasando el mar rojo, se convierte en símbolo del dominio sobre las aguas. ES PRECISO DOMINAR LAS AGUAS. Un tiempo después de que esto haya sucedido, si podremos comenzar a tener cierta esperanza de que el CRISTO nazca en nuestro corazón. Surgirán muchos enemigos en nuestro interior, pero si perseveramos, un buen día surgirá JUAN anunciando su llegada.
El Cristo nace siempre en un pesebre, de una virgen y del Espíritu Santo. El pesebre es nuestro corazón, nuestro cuerpo, nosotros mismos, es decir, nuestra bajeza, nuestra nadidad. Los animales que allí hay son nuestros yoes, nuestros elementos psicológicos, nuestros errores, nuestras pasiones. El Cristo nace en medio de ese pesebre para borrar todo eso y elevarnos al Reino del Padre, para hacernos iguales a los dioses.
Para esto es preciso que trabajemos con el Tercer Logos, con el Espíritu Santo. Si no trabajamos con el Espíritu Santo no podrá nacer el Cristo. El Cristo no nace de algo inmundo; el Cristo nace del connubio del Tercer Logos con la Virgen Madre, y esto nos invita a la reflexión.
El Cristo jamás podrá nacer en FORNICARIOS, en gentes que se complacen extrayendo su energía sexual, en gentes que no pueden dominar sobre sus AGUAS, en gentes que no practiquen el connubio sagrado, el connubio de los dioses.
El Cristo no nace del viento, de un bello amanecer o de una flor. El Cristo nace de los principios creadores del universo, de los principios generadores de la vida.
Esa es la Navidad. LA NAVIDAD ES EL ACONTECIMIENTO MÁS EXTRAORDINARIO QUE PUEDE SUCEDERLE A UN SER HUMANO. Con ella, nace el Cristo en nosotros, nuestro salvador, nuestro liberador final que ha de llevarnos a la RESURRECCIÓN.
Cuando un hombre y una mujer se unen sexualmente, algo nace. Cuando ninguno de los dos extrae su energía sexual, algo nace dentro de nosotros mismos. Eso que nace son una serie de cuerpos que, en el tiempo, cuando nazca el Cristo, habrá de tomarlos para sí PARA REALIZAR LA OBRA DEL PADRE. Más tarde, en el tiempo, el mismo Cristo entrará en esos cuerpos (incluyendo nuestro cuerpo físico, que ya no habrá de tener animales, que ya no es un pesebre), se los asimilará y entonces podremos exclamar con júbilo. ¡CRISTO HA NACIDO EN MÍ! ¡LA NAVIDAD HA LLEGADO! ¡SOY UN CRISTO! ¡QUE VIVA EL CRISTO!